Dice Warren Buffet que, en los negocios, mantener un buen nivel de efectivo es tan importante como el oxígeno para las personas, porque nunca se piensa en él cuando está presente, y es lo único que tenemos en mente cuando nos falta.
La salud del flujo de efectivo en cualquier empresa es la consecuencia de las decisiones que se han tomado en el resto de las funciones de la empresa, mientras que el objetivo de garantizar la liquidez es de finanzas. El financiero tiene la función de anticipar el riesgo más estresante en la gestión de una empresa, que es la de no disponer de suficiente tesorería. No suele tener capacidad de acción en el resto de la organización, así que suele optar por conseguir mayor financiación.
¿Cómo conseguirlo?
Que una empresa esté en equilibrio financiero supone que los activos necesarios para generar valor para los clientes estén financiados de forma equilibrada y sostenible.Si no lo está, debe diseñar un plan para conseguirlo.
1. Primera fase: ¿dónde estamos? Fijar el punto de partida es el elemento clave para definir bien un plan de acción para conseguir equilibrio financiero. Si las tensiones de tesorería ya han aflorado, hay que preguntarse cuales son los motivos y analizarlos en profundidad. Las percepciones son peligrosas, porque son sólo percepciones. Sin tomar perspectiva sobre lo que está pasando, la acción de aumentar la financiación no resolverá el problema y no conducirá a la empresa a mantener el equilibrio financiero óptimo. La contabilidad es el lenguaje de los negocios, y la información que proporciona nos cuenta lo que ha pasado. El primer paso es leer e interpretar lo que la contabilidad nos está diciendo.
2. Segunda fase: definir el plan. ¿Qué entendemos por equilibrio financiero?No todas las empresas asumen los mismos riesgos en sus finanzas. Hay empresarios que no quieren funcionar con deuda bancaria, y hay otros que asumen endeudamiento y siguen estando en equilibrio. Los niveles de necesidades financieras que tienen las operaciones difieren mucho de uno a otro sector. Definir el futuro deseado en términos de equilibrio supone diseñar las líneas estratégicas a partir de las cuales se tomarán decisiones financieras para garantizar la liquidez. Marcar objetivos (de solvencia, de deuda, de rendimiento…) facilita el camino a seguir, porque las acciones se orientarán a conseguirlos en un horizonte temporal, que estará más o menos cerca del momento presente.
3. Tercera fase: medir información relevante. ¿Qué mediremos y con qué información? Sin marcar retos concretos de lo que pretendemos conseguir, no podremos transformar la realidad. Mediremos para conseguir que los objetivos se cumplan, así como para validar que el horizonte temporal definido es realista. El equilibrio financiero es irrenunciable, así que se trata de medir lo que es relevante para avanzar de la forma más efectiva posible hacia él. Medir todos los datos financieros no ayudará a conseguir los objetivos sin haber identificado dónde se debe insistir y perseverar, y cuáles son las acciones que se deben abandonar.
4. Cuarta fase: mejorando la capacidad de anticipación. Cuando una empresa está en equilibrio financiero dispone de mayores opciones para poder gestionar las capacidades organizativas aprovechando las oportunidades del mercado. Es un objetivo, que una vez se ha conseguido, debe seguir persiguiéndose para aumentar la capacidad de anticiparse al futuro. El seguimiento del objetivo de equilibrio financiero es fundamental para aprender.
En la era del conocimiento, invertir en anticipación supone aprender a medir los resultados que se están obteniendo a cambio de los recursos que se están aplicando.
Sin un plan que persiga el equilibrio financiero, es fácil que no se pueda conseguir porque no hay nadie a quien se le haya asignado esa responsabilidad y la complejidad de la empresa tenderá (¡seguro!), a desequilibrar sus finanzas.
Si no se miden los datos que generen la información necesaria, no lo podremos gestionar.
Sin tener conciencia de la importancia del equilibrio financiero para la sostenibilidad empresarial, las decisiones a corto plazo provocaran, a medio plazo, consecuencias financieras no deseadas.
Todas las empresas necesitan poder equilibrar el rendimiento de las inversiones, con la sostenibilidad de las fuentes de financiación. El conocimiento imprescindible para cualquier empresa sobre sus finanzas radica en saber cómo anticiparse el máximo posible a las oportunidades del futuro de generar valor, sin dejar de cubrir el mínimo necesario para funcionar en equilibrio financiero.